En la tribu de Zahra, tradicionalmente las mujeres son las encargadas de cuidar el ganado. Sin embargo, desde que descubrió el laúd, su papel ha sido el de llevar alegría a través de la música, animando la vida diaria de su gente con canciones.
Un día, Zahra recibió una propuesta de matrimonio del hombre más rico de la ciudad. Ella se sintió honrada, pero después de reunirse con él, quedó claro que él esperaba que ella dejara su música y se convirtiera en una esposa más tradicional.
Buscó el consejo del anciano de la aldea, quien le dijo que encontrara un círculo de hadas fuera de la ciudad y que rezara a sus antepasados. Esa noche, una tortuga se le acercó en un sueño. Se llevó su laúd en su caparazón a una tierra lejana.
A la mañana siguiente, habló con el anciano, quien le dijo que había tenido el mismo sueño. Las tortugas se encuentran entre los animales más sabios y, por lo tanto, el mensaje del sueño era claro: la música de Zahra era un regalo de Dios, y ella debía abandonar la aldea y compartir ese regalo con el mundo.